martes, 1 de abril de 2014

Arturo

Llegó de improviso con los últimos acordes de aquel amor que construía las raíces de una nueva genealogía. Llegó envuelto de brisas otoñales y olor a hojas amarillas, rojas y naranjas cayendo. Vino como despreocupado y olvidadizo, con la sonrisa pícara y la mirada blanda bajo unos ojos marrón cotidiano. Traía aventuras y comentarios que se caían de las pautadas que delimitan lo que se debe. Inspiraba suspiros de debilidad, cedían así ante cualquier aclamación de deseo que emitiera. Todo le era dado con amor y ganas de hacerlo feliz.  

Llegó un día que le pesa a su patria, día de memoria y conmemoración de pérdida, guerra y dolor en el que se agitan banderas blancas y celestes a media asta por sus caídos. Resignificó la fecha con su llegada, de remolinos traviesos, lunarcitos decorativos y ráfagas de generosidad extrema, en donde dar parece la acción orgánica por excelencia, única e incuestionable, simplemente él se daba, así, como la continuación natural de un latido que se extiende en eso, en dar.

Llegó con risas y corriendo una pelota. Del moisés cargado por su madre al triciclo  de colores con el que corría fórmula uno. Luego a una bici que paseaba por las colinas de la cordillera, un par de esquíes con los que deslizaba feliz por la blanca nieve que cubría su tierra. Un viaje largo, un cambio de dirección y el proceso de adaptarse a una nueva ciudad de ruidos y magia. Siempre acompañado de hermanos que lo adoran, de complicidades revestidas de alegría, peleas alborotadoras de temas poco relevantes.

Llegó un 2 de Abril, esperado por todos, amado desde siempre y para siempre. Llegó haciendo feliz a mucha gente. Llegó, como no podía ser de otra manera, Arturo Papa, a hacer ruido, marcando presencia y las historias particulares de quienes se cruzó. Llegó comiendo chocolate y burlándose un poco de todo.

Llegó para recordar que la vida es linda como su esencia.

1 comentario: