domingo, 23 de febrero de 2014

Capitular

Le llevaría mucho tiempo darse cuenta lo que realmente implicaba abrir esa puerta, impulsada por una necesidad que surgía de lo más profundo de su tornasolada y lumínica esencia, que otra vez volvía a fluir, conectándola con la vida y con la existencia de todas aquellas cosas que pareció olvidar.

Abrir la puerta significaba, ante todo, tomar conciencia del deseo propio. Seguía poner en movimiento aquello que quería, para así realmente concretar la acción y que cada pequeña partícula imperceptible, que se vuelve palpable en el todo, entrara violentamente a ese cuarto de aire turbio de bóveda olvidada. Abrir se volvía paradójicamente el sinónimo de terminar, terminar con la suspensión en la que se encontraba, rompiendo con aquella  intermitencia en la que vagaba entre el pasado y un futuro ilusorio, donde vivía del recuerdo idealizado de lo que ya no era y las ganas de que fuera eso que la inactividad jamás brinda.

Pensaba que podía combatir la realidad con la almohada, acomodada en un rincón de su cama, donde lo único que contrarrestaba el frío que calaba hasta la imaginación, era la tibia sensación de una estufa, que realmente no funcionaba muy bien. Solía apagarse en mitad de la noche y el castañetear de sus dientes la sacaba de ese sueño turbador.

Por lo que abrir la puerta significaba desatar aquél cordón que la amarraba con una vida que no era.

Un día despertó y se sintió empapada en lágrimas que corrían sin control, ya no alcanzaba con volver a dormir o poner música que sonara más fuerte que sus pensamientos.
Sin siquiera meditarlo se desprendió de las sábanas, se levantó y caminó hacia la salida despojándose de todo lo que había empañado su razón hasta ese momento. No pensó ni un solo instante en su pasado, ni en el trance en el que se había hundido en el último tiempo, pero tampoco lo hizo para ir tras una platónica e irracional fantasía.

Abrir la puerta significaba volver a quererse, cuidarse y andar. Era romper, destrozar y hacer añicos aquello en que había convertido su vida, pero que estaba muy lejos de serlo. Justamente de eso se trataba, abrir la puerta significaba volver a rozar con la punta de la nariz la existencia misma.


Y la abrió.

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