miércoles, 5 de marzo de 2014

Rita


"El corazón galopaba en un alborozo doloroso y húmedo como si fuese atravesado por un deseo imposible" 
Clarice Lispector

Rita buscaba en el cajón, revolviendo el aire que lo llenaba. Vacío. Pensó que tal vez alguien se había olvidado las instrucciones adentro de un frasco de mermelada o las habían escondido en alguna etiqueta de colectivo de las que nadie lee. Por ahí estaban en uno de esos tantos carteles cuyo contenido buscamos con fuerza, pero de los que nunca nos percatamos que tenemos adelante. Rita ya estaba cansada de buscar y buscar. Había dado vuelta la casa, corriendo todos los muebles de lugar, casi cayendo por completo en la desesperación. Necesitaba encaprichadamente encontrar las instrucciones para desarmar un corazón, de no ser así la fórmula para darle cuerda a la vida tampoco le vendría mal, pero ella recordaba que una venía al dorso de la otra. La última vez que había usado aquel manualcito de trapo lo hizo reventando de ansiedad por el futuro arreglado, es por eso que no había memorizado el paso a paso, hasta creía haberse salteado alguno. Rita no aguantaba más la situación. Caminaba por toda la casa gastando el brillo de las maderas que amortizaban su paso. Iba y venía en un andar sin rumbo, sin más fin que el de encontrar un papel olvidado por el tiempo. Objeto de alto valor que por no parecerlo el mundo lo hace bolita y lo tira por los aires en dirección a un tacho de basura en el cual no entra. Entonces el papel se vuela lejos con uno de esos vientos que trae la lluvia. En medio de esa fiesta climática, en pleno torbellino de emociones y pronósticos, el papel que tiene la calve para el mantenimiento del corazón se pierde. Rita olvida que hizo de él porque estaba distraída, en aquel momento su corazón estaba a gusto y no creía necesitar más nada. Resulta que ahora Rita tiene que cambiarle una pieza al corazón, y no encuentra la formula escrita para desarmarlo. Entonces lo pone sobre la mesa y le habla seriamente. Lo trata con una dureza que encierra rastros de una autoridad suave. Ahí sentado sobre una mesa de madera más oscura que el piso el corazón la mira con grandes ojos translucidos y calmos. Rita, como una madre llena de paciencia que oculta la tristeza de que su hijo sufra sin poder hacer nada, le explica que esa pieza duele pero que no se puede hacer nada. La solución, decía Rita, es pensar en otra cosa y olvidarse del asunto, dejar de pensar en eso. Una vez que te distraigas el dolor se va. 
Por dentro ella pensaba que esperar a que el tiempo pase era absurdo cuando no se tienen las instrucciones para dar cuerda a la vida porque se las ha perdido junto con las que explican como desarmar un corazón. El corazón seguía ahí sentadito, sin quejarse pero también sin llegar a entender del todo, la miraba calmo y desesperanzado. Algo en todo eso le hacía ruido. Cómo distraerse con algo más y olvidarse de la pieza que le dolía si esa pieza era esencial, lo ocupaba todo. Era la pieza y era el corazón al mismo tiempo. Era también quien hacía girar el engranaje del tiempo. El corazón la miró a Rita sin hablarle más que con el silencio. Rita supo que no habría instrucciones válidas, era cuestión de abrazarlo, sentarse a su lado y esperar a que él aprendiera a latir con esa pieza que moría dolorida.

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