jueves, 6 de marzo de 2014

Si nos quedáramos

Eran días arremolinados y confusos, en los que perdí lo único que nos quedaba, la confianza.
¿Y si esto era el amor? ¿Si después no hay nada? ¿Si no encontramos algo superador? ¿Si la vida se nos pasa buscando algo parecido, o diferente, y resulta que sólo deseamos volver a lo que éramos?
Cruzaba la calle y sentí la convicción de que era un grosero error decidir de forma racional, tan equivocada como humanamente racional, que no podíamos hacerlo funcionar, sin siquiera darle la oportunidad de que así sea. Por lo menos para aniquilar a la incertidumbre, que se perpetuará en este limbo inconcluso.
¿Si no volvemos a encontrar complicidad como ésta? ¿Si todo lo compartido es insuperable?
Si para darme cuenta tuve que crecer, y siendo grande perdí las ropas que se necesitan para salir a la vida de esa forma en la que salíamos. Desprejuiciados. Despreocupados y enamorados.
Si siendo niña era más fácil porque nadie te arrebataba nada, y la desnudez era libertad de espíritu, y los trapos que usábamos disfraces transportadores a mundos explorables. Y si ahora crecí y abandone esos trapos… Hoy es todo tan distinto.
Si volvieras a cuidarme. Si hoy yo pudiera hacerlo.
Si todavía me quisieras. Si no hubiera pensado que ese paseo en el que anduvimos descalzos por el parque era nuestra despedida. Yo no lo dije y de todas formas vos lo sabías. Nos acompañaron esos besos de un hasta siempre que nos despedía. Era un acuerdo tácito, era el cierre a esto, y de todo eso que fuimos.
Si después de cruzar la calle no me hubiera topado con las vías, al mismo tiempo que me arrebataba la angustia del adiós, junto con la sensación de desnudez desolada, y la lucidez de reconocerla y padecerla. Lucidez tardía de entender que era un error despedirnos, entonces hubiera interrumpido mis pasos.
Los trenes nunca detienen el suyo.

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